Camila Maurer / Nº 6
Nota: Este micromonólogo fue
interpretado por Aldo Pastur en 2012 y forma parte de la antología: “La cocina
de los dramaturgos 4”. En 2014, fue presentado dentro del ciclo Monoblock
edición 15º con interpretación
de Gabriel Shapiro y dirección de Camila Maurer.
de Gabriel Shapiro y dirección de Camila Maurer.
A OSCURAS.
Hombre camina y mientras
camina…
Hombre: ¡Es así!
SE PRENDEN LAS LUCES.
Hombre: (Continúa) Los
autores son unos egoístas. No piensan, no piensan… Cuando crean personajes como
yo, personajes de “mi tipo”, pero ni por un segundo, ni por media milésima de
segundo, se les ocurre pensar en las vidas a las que nos condenan. (Pausa.) Tan
absurdamente limitadas…
Por ejemplo: el último sábado.
Elijo el último porque pasó hace poco, pero cosas así se repiten todas las
semanas. Estoy en un bar. Tomo algo. Me aburro. Entonces, la veo (mira
a la chica, como si estuviera allí). Nos miramos y (saca
la mirada).
Pero la sigo (marca
el rabillo del ojo), mientras finjo interés en otros personajes, la
sigo viendo… hasta que… volvemos a mirarnos. Ella me seduce, usa el sorbete
así. (Se frena.) Pasa que ya sé cómo sigue esto. Siempre lo
mismo. En cuanto se enteran de mí, se van.
Ella me mira y espera. Los
otros personajes hombres no entienden por qué no la encaro. Es obvio que me dio
luz verde, pero no avanzo, ya pasé por esto…
Entonces, me sonríe y pienso:
quizás esta vez funcione. Puede ser, si se da un levante sin preguntas, sin
ninguna de las preguntas de siempre. ¿Por qué no? ¡Porque sería el primer
levante de la historia en que no se hagan preguntas…!
Se nota que le gusto: hace una
mueca así… no me sale, pero es dulce la mueca que hace y la hace para mí,
después se acomoda el pelo… Le gusto… (vuelve a la actitud pesimista) Sí,
hasta que me acose con las indagaciones detectivescas.
¿Para qué tanto? Al fin y al
cabo ¿qué importa? Me miento. Importa. A mí me importa. ¿Cómo no va a
importarles a ellas?
Ella se cansa de esperar y
pareciera que se va. (Cabizbajo.) Mejor, pienso,
mejor: no hubo rechazo.
Entonces (levanta
la cabeza) y la tengo acá. Con esa sonrisa asesina. Me habla con
acento español. Hasta nacionalidad tiene ella. Le pregunto:
“¿Cómo estás?” Me dice
que bien, con amigas “¿y tú?”.
“Muy bien” le digo “y ahora que
te veo: mejor”.
“Gracias”
“Soy
sincero” le contesto. Y me siento bien. La esperanza sobrevive. Entonces me
pregunta: “¿Comedia o tragedia?” (Como rendido.) Es el principio del
fin. Todas prefieren a los héroes épicos. Pero cuando contesto que soy de una
“comedia”, sorpresivamente, me responde: “¡Genial! Mi vida trágica es tan
triste”. Evidentemente: le gusto muuuucho: (Al público.) Nunca
reaccionan así por los de comedia.
Todavía
la sigue, me acaricia el brazo y me dice: “Dime algún parlamento que me haga
reír” y es una puñalada. “Ehhh” digo, buscando algo gracioso, algo mínimo que
le haya oído decir a otro, alguna cosa distinta a “eh ehh ehhh”. Pero sigo
“ehhhhhh ehhhhh” mientras ella pierde interés “ehhhhhh”. Paro. Me excuso y
miento: “es que fuera de contexto nada es gracioso…” Sus ojos revelan la
sospecha. Ya está. (Al público.) Todavía no puede saber que soy de
“esos”, pero no es tonta: sabe que tampoco soy de los otros.
Sonríe.
“Claro” me dice “entiendo”. Y yo me la veo venir…
Transpiro.
Ella mira con disimulo a su amiga como si esperara que se acerque a
interrumpirnos. Y pasa tiempo, no sé cuánto, lleno silencio incómodo… mientras
yo transpiro.
Hasta
que ella (extiende la mano lentamente) estira su mano, a la espera de
lo que va a matar esta conversación y cualquier posibilidad de conquistarla.
“Me llamo Inés Espinosa, un gusto”. (Pausa.) Cierro el apretón y me
juego a que no pregunte mi nombre. “Igualmente”, le digo y beso su
mano en un acto de total desesperación. Pero ella ya lo sabe, ya sabe qué soy y
quiere oírme decírselo. Así que exagerando su intriga me pregunta: “Y tú
eresssss….” (así lo dice, estirando la “sssss”).
Podría
mentirle, pero no. No voy a rebajarme. Apechugo el orgullo que no tengo,
aprieto su mano con firmeza de macho y me presento “Hombre”, le digo con la voz
más masculina posible así “Hombre” como si fuera no sólo un hombre, si no todos
los hombres de toda la historia juntos: Hércules, Ulises, Aquiles, todos en mi
“HOMBRE” que digo con la intención de impactarla. Pero no funciona, ya conoció
a otros personajes como yo y nos desprecia, es obvio. Con disimulo bastante
malo, se ríe un poco y me pregunta “Hombre… ¿y apellido…?”
“Nº 6,
Hombre Nº 6” contesto y suelto su mano ya floja (baja la cabeza).
(Al
público) Soy de esos, de los que aparecen en una
sola escena para decir una simple mísera frase, algo como: “La cena está
servida” o “Señor, lo llaman por teléfono” o “Se terminó la guerra” y ni
siquiera tengo un nombre. Los autores sólo piensan en nosotros como en una
herramienta, una herramienta con una sola función: la de entrar en el momento
justo y pronunciar esa única frase para la que nos crearon…
Bueno… (Saca
del bolsillo un moño y se lo pone en el cuello de la camisa) Acá
va:
LAS
LUCES CAMBIAN, DISMINUYEN INTENSIDAD Y SE CENTRAN MÁS EN ÉL.
Hombre: (se
inclina hacia delante) La cena está servida.
APAGÓN
A CUCHILLO.
TELÓN.
Foto: José Luis Lucá
Camila Maurer
es una guionista y autora teatral con una
extensa formación literaria.
Para conocerla más y leer otros textos
suyos pueden pasar por su
página
Comentarios
Publicar un comentario