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Mostrando las entradas de octubre, 2018

Hólmfrídur Gardarsdóttir / Cosmópolis, retratos de Nueva York

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Los cuadros dibujados por Fabián Soberón, en su libro Cosmópolis: Retratos de Nueva York (2017), confirman la cita expuesta al comienzo del libro que dice: “En Nueva York… los locos, los estrafalarios se mezclan sin problemas con la gente normal”, ya que revelan “snap-shots” de una visita a la ciudad, quizás, más cosmopolita del globo hoy en día. Observaciones cotidianas intercaladas con contemplaciones filosóficas, descripciones de eventos cotidianos mezcladas con análisis teórico de un entorno llamativo, seductor y amenazante a la vez, hace que la lectura del texto de Soberón se vuelva comparable a la experiencia del viajero revelada en la penúltima página y dice: “[M]is hijos han cambiado […]. Ellos no saben, en el fondo, que están en una Babel infernal. No pueden entender el sentido final del viaje o de la vida. Pero han crecido, mansos, tiernos, insomnes. […] Ellos han cambiado. Ahora son otros. Y el mundo sigue en su carrera laboriosa.” (p. 100). Los relatos de viaje de Sobe

Guillermo Fernández / Polonio espía detrás del cortinado

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H ice todo lo posible para callar el sonido que me pegaba en la cabeza. Prefería el dolor antes que los martillazos de aquello que nunca me había atrevido a pensar. ¿Cómo se detenía, Elena, aquello que ya había comenzado? Ya me hablaba a mí misma. Creo que era una de las formas de parar con mi cabeza. Hablar sola, contestarme para no aturdirme con las posibilidades. Polo nunca podría llegar a dispararme. El espanto era mi sombra. Mi propia voz me generaba intranquilidad. Es terrible esperar a solas con la conciencia. Fui al living solo para comprobar que podía estar cerca del teléfono cuando sonara. Quería ruido para tapar mi voz. Puse la radio. Cualquier FM servía para romper con el murmullo que salía de mi boca. La prendí. Intenté prestar atención a la música. A la canción la seguía la voz de la mina que tenía adentro. Me verás volar ella me repetía. No podía distinguir quién era quién. Ese me verás caer que replicaba cada vez más fuerte. Subí el volumen de la radio para que ella

Graciela Fiorillo / San Nicolás

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Hará más o menos seis meses, chateando con una compañera de colegio,Hanna, me dijo: - A que no sabés una cosa. -Decime. - Mi hija Ingrid, la mayor, acaba de comprar tu casa, en Ciudad Jardín. - ¡Qué increíble!, le escribí. - Sí, recién tuvo a su bebé y se acaba de mudar en este fin de semana que pasó. Por supuesto, mi mente afiebrada comenzó a pensar en poder ir a visitar la que había sido mi casa de la infancia y adolescencia, aunque las reservas aparecieron enseguida: ¿me angustiaría volver a ese sitio tan especial? Luego de felicitarla por el reciente abuelazgo, le pregunté si le parecía posible que fuera a la ahora casa de su hija. - Sí, cuando quieras, me dijo. Sólo hay que avisarle y vamos. Y ahí quedaron las cosas, porque me arrepentí. Más bien me parecía que iba a ser medio triste para mí: tantos recuerdos…de una familia que ya no era más. Sin embargo, la semana pasada, la llamé a Hanna, y arreglamos para ir juntas a lo de su hija, a mi casa. Viajé en tren hasta

Fabián O. Iriarte/ Brillantes en la lluvia

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L a nube negra C uelga sobre mí. Quieta, anuncia no sé si tormenta o lluvia, o es tan sólo una amenaza o advertencia. "Las escarchas, el granizo y el tizón de los granos se producen  y por recíproca preponderancia y desorden de las tendencias amorosas." Exacta sobre mí, como si del hilo invisible del que pende yo también dependiera. Ya pasará. *** L a decisión T engo que juntar más piedras, más y más piedras. Redondas, rugosas, con filo, suaves, no importa. Que sean livianas o pesadas esas piedras, del fondo del río, resbaladizas, brillantes en la lluvia. D ebo juntar más piedras para los bolsillos de mi vestido. Después entraré, caminando despacio. Hay una voz lejana que parece buscarme, decir mi nombre, mi nombre, mi nombre. Pero tarda mucho en llegar. Es que hay ruidos que se lo impiden: guerra. *** L a pequeña diferencia L a máquina traga las monedas. La ventana traga la luz. El tragaluz traga la vista. La puerta

Mónica Fracchia / Castadiva, 20 años

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Entrevista a  la bailarina y coreógrafa  Mónica Fracchia por Alejandra Pultrone   AP : Integraste la compañía  de danza contemporánea del Teatro San Martín desde su creación, me gustaría que me contaras sobre esos años fundacionales de la danza contemporánea argentina.  MF: Sí, integré la compañía creada por Ana María Stekelman en 1977. Fue la primera experiencia de una compañía estable de danza contemporánea, anteriormente había estado brevemente la compañía de Oscar Araíz, pero no duró mucho tiempo, creo que 2 años (no sé bien cuál burócrata de turno la hizo desaparecer). Fue de una gran importancia para los bailarines contemporáneos, así como también para los coreógrafos. Los bailarines teníamos clases todos los días, sueldo y camarines, vacaciones pagas fue para los “elegidos” tocar el cielo con las manos, acceder a un trabajo real, todos proveníamos de los grupos  independientes que existían en ese momento y en cuanto a lo creativo poder trabajar con los mejores core