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Mostrando las entradas de noviembre, 2018

Nicolás García Sáez

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A CTO PRIMERO 00:00 /1 am Yo: Hola… Álter Ego: (Silencio, no contesta.) Súper Yo: (Silencio, no contesta.) Transcurren diez segundos. Lo único que se escucha es la respiración, por ahora tranquila, del hombre sentado en el sillón. Yo: ¡Hola! (Levantando un poco la voz, girando la cabeza hacia un lado y otro.) Álter Ego: (Silencio, no contesta.) Súper Yo: (Silencio, no contesta.) Se hace otro silencio, pero esta vez de quince segundos. La respiración del hombre se acelera un poco. Piensa por enésima vez en su perro, viejo y enfermo, que se suicidó hace dos días, arrojándose desde el balcón de su vivienda, ubicada en un octavo piso. Yo: ¡Hola! (Dice, esta vez casi con un grito, el personaje principal —y el único— que se puede contemplar en la escena.) Álter Ego: (Silencio, no contesta.) Súper Yo: (Silencio, no contesta.) Se hace el tercer silencio, que dura veinte segundos. La respiración del personaje principal es un tanto agitada. De este modo vuelve a sentir

Agustín Espinosa / Renacido

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Entrevista al músico y compositor argentino  Agustín Espinosa Por Alejandra Pultrone AP: Se suele decir que toda historia tiene un comienzo. ¿Qué podrías contarme de ese comienzo dentro de tu biografía musical, Agustín? AE : La música apareció en la etapa de la escuela primaria, cuando tenía 10 años.   La señorita de música   tocaba el piano con pasión: recuerdo que cada vez que ella abría la tapa sentía una atracción especial en ese momento. Me decía a mí mismo "yo puedo hacer eso también".   Jamás había hecho música,   no sabía tocar instrumentos,   nada de nada. Un 6 de enero, día de Reyes, me contaba    mi viejo que no sabía que regalarme; daba vueltas por una feria en Tucumán y vio un robot grande con muchas luces. Estaba por comprarlo pero siguió caminando y vio un teclado de una octava donde las pilas salían más caras que el teclado. Y me lo compró.  Y  así fueron los comienzos tocando el feliz cumpleaños, el himno…Los vecin

Elena Irurzun / Fabián

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E ntré al vivero y saludé a Verónica con un beso en la mejilla. Era cajera desde hacía apenas un par de semanas. Una morocha sonriente con unas tetas enormes que amenazaban con escaparse de su escote y que apoyaba en mi brazo o mi espalda cuando tenía oportunidad. La piba era linda. Hasta pensé en invitarla a salir. Pero no me gustaba mezclar en el trabajo. Si después ella quería algo más serio era para quilombo. Porque conmigo nunca era en serio. A mi propio historial de fracasos amorosos se había sumado hacía poco el divorcio escandaloso de mi hermano. Denuncias cruzadas de violencia, algunos días de cárcel y un juicio en el que perdió todo. Tuvo que volver a la casa de los viejos y solo podía ver a los chicos fin de semana por medio. Claro que antes había insinuado venir a vivir conmigo pero mi departamento era muy chico, y mi gato suficiente compañía. —Fabián –dijo mi jefe– hay que llevarle un pedido a Sebastián a la quinta nueva, la de los Orlando en parque Leloir ¿La ubicas