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Mostrando las entradas de septiembre, 2018

Uña de nácar / Máría Belén Corso

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Pétalo nocturno Pétalo sincero que te hacés presente en la hora infalible de mi desesperanza y perfumado, vuelto hacia mí,  destruís el dolor concebido en noches oscuras,  Península Isla de Sentimientos. ¿Quién pudiera pétalo ser lo que vos? El crepúsculo no abarca la epopeya de tu existencia, ni siquiera contempla el azúcar de tu corola húmeda. Pétalo mío: nuestro tiempo no pasará jamás. ** Begonias Debería ser toda la sangre los furgones esperanza. Acangrejados robustos se mueven frenéticos alimentándose de rastrojos húmedos. Y en la hora opaca,  lucho. Sal y agua De muchas cosas, pero no de sed. He venido tragando saliva desde los primeros y hasta los gritos que aún no son. Oraciones resquebrajadas sin nacer sal y agua que se repiten una y otra, y otra vez. Ahora entiendo los peces descamados,  las serpientes desvertebradas. La garganta  promulga muerte anhelando perpetuar la finita vida. La hipocresía hecha verso en una ser

Perla de inútil maravilla / María Rosa Maldonado

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a bejitas I é l caminó sobre las aguas ellas danzan debajo de la lluvia y no mojan  sus alas ni sus cestos de sustancia viviente transmiten  el espíritu conocen - por sabiduría milenaria - el arte de la miel  que puesta en vasos  al lado de sus tumbas alimentó a los faraones en su tránsito hacia la gran mansión de osiris y es por la boca que ellas traen el espíritu tan descalzas como santa teresa  tan perdidas de sí tan inmersas en la despreocupada certidumbre del tao a despecho de la razón que no comprende por qué tanto trabajo por un mundo perdido desviaciones aromáticas del curso de los días trampa sutil del ojo sobre el panal que llena toda su cavidad   - y todo el resto – II p iedra de rosetta: cumplir con los ritos prescriptos para que las dos mitades del día se hagan una superficie lisa e imperceptible: el vuelo allí es la espiral de un mandato misterioso y ajeno lo que no se descubre – astucia de la flor – se abandona a su propia

Elena Irurzun / Sujetos de prueba

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Trayectorias convergentes I Sentado en el piso, en el ambiente húmedo y cálido de su departamento, alimentaba a la culebra verde. Había pasado el día limpiando las peceras y terrarios que cubrían cada centímetro de las paredes de la habitación. El trabajo rutinario y la compañía silenciosa de los reptiles siempre lograban sacarle el mal humor. Cuando dejó veterinaria se metió en la tecnicatura de bioterio tratando de aprovechar las materias que tenía aprobadas. Ahora dudaba que hubiera sido una buena elección. Otra vez estaba sin trabajo. Después de una nueva discusión con su jefe sobre el uso de animales para experimentación, finalmente lo habían despedido. Era la tercera vez. Había estado las últimas semanas enviando curriculum. Se levantó y dejó a la culebra en su terrario. Encendió la computadora para revisar el correo. Un laboratorio nuevo le daba una entrevista. Investigó un poco al director. Héctor Fernández, su viejo profesor de biología. La puta madre. Pensó un mo

Ana Claudia Díaz/ Lectura y diálogo

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la costa en los días de fiesta por la mañana poblada de sombrillas para no insolarse conversábamos acostados boca arriba sobre una esterilla, y al abrir los ojos el monte parecía que rozaba el cielo que los árboles lo habían alcanzado al final y los pétalos de la soledad, íntegros como un racimo de mar se derramaban color ámbar sobre la arena las ráfagas del viento que se rinde ante la insistencia de la memoria el paraíso que flota intacto, ahí la manifestación entrelazada bajo las hojas sus brotes verdes y rubí el pensamiento interpretado que da la flor la escarcha color nácar en los meses de invierno el romance entre canciones gitanas el mustio y gélido cielo gris que corona los instantes el sabio y noble arar del mundo que avala la sencillez y la vuelve una elegía eterna inseparable de nuestro yo como una semilla que crece sólo dentro de la imaginación