Elena Irurzun / Sujetos de prueba





Trayectorias convergentes




I


Sentado en el piso, en el ambiente húmedo y cálido de su departamento, alimentaba a la culebra verde. Había pasado el día limpiando las peceras y terrarios que cubrían cada centímetro de las paredes de la habitación. El trabajo rutinario y la compañía silenciosa de los reptiles siempre lograban sacarle el mal humor. Cuando dejó veterinaria se metió en la tecnicatura de bioterio tratando de aprovechar las materias que tenía aprobadas. Ahora dudaba que hubiera sido una buena elección. Otra vez estaba sin trabajo. Después de una nueva discusión con su jefe sobre el uso de animales para experimentación, finalmente lo habían despedido. Era la tercera vez.
Había estado las últimas semanas enviando curriculum. Se levantó y dejó a la culebra en su terrario. Encendió la computadora para revisar el correo. Un laboratorio nuevo le daba una entrevista. Investigó un poco al director. Héctor Fernández, su viejo profesor de biología. La puta madre. Pensó un momento antes de decidirse a contestar el mail pero, después de todo, el alquiler no iba a pagarse solo. Si tenía algo de suerte, tal vez el tipo no se acordaría de él.




II



Cuando terminó de repartir los perros de paseo volvió pedaleando a su casa. Dejó la bici en el pasillo. Se había recibido hacia unos meses de biólogo especializado en ecología. Mantenía el trabajo mientras esperaba que saliera su nombramiento como ayudante de primera y buscaba algo más.

- Hola ma – saludó mientras sacaba algo para comer de la heladera.
- Dejá de picotear que enseguida está el almuerzo.
- No me quedo. Me doy una ducha y salgo.
- Pensé que no tenías clases hoy.
- Ahora te cuento.

Paso rápido por el living hacia su pieza. Tironeó de una de las trenzas de su hermana menor que jugaba en su tablet sentada en el sillón, y le sacó la lengua en respuesta cuando ella erró el puñetazo.
Eligió una camisa, campera, jeans y zapatos antes de volver a la cocina.

- ¿Adónde vas?
- ¿Te acordás del Doctor Fernández? El adjunto de la cátedra donde estoy.
- No.
- Bueno, acaba de abrir un laboratorio. De pruebas de medicamentos o algo así. Voy a una entrevista. Creo que puedo trabajar ahí.
- Pero no es lo que estudiaste.
- No importa, ma. Es algo para empezar, después veo.
Agarró la mochila, el casco y la cadena de la bici – ¡Deseáme suerte!




III


Por una vez prestó atención a los rumores. Un investigador reconocido saliendo con alguien varios años menor de una de las compañías farmacéuticas más importantes del país, era la comidilla, de los últimos días. En el ambiente de la investigación, tanto pública como privada, todo se sabía. Fernández su querido profesor, tutor de la especialización en bioinformatica, de la que se graduara con máximos honores. Siempre había sido un buen estudiante. Era lo menos que podía hacer después de que sus padres hicieran el esfuerzo de costear su carrera y la de sus hermanos.
Con sus calificaciones el mercado laboral se abrió para él. Siguió sus instintos eligiendo con cuidado los trabajos que tomaba, y en pocos años, forjó una buena carrera en su especialidad. Se preguntaba cuál era la mejor manera de darle continuidad al proyecto que venía desarrollando, de qué forma aprovechar las utilidades que, estaba seguro, tenía. Como no le gustaba la docencia rechazó las ofertas de varias cátedras, incluida la de su profesor. Después de su graduación lo había visto algunas veces en eventos. Cuando se enteró que Fernández abriría su propio laboratorio de investigación renunció sin dudar al instituto en el que estaba y envió la solicitud para una entrevista. Estaba casi seguro que se acordaría de él.
Recostado en su cama revisó el celular otra vez. Suspiró y encendió el televisor. Lo despertó el aviso de un correo nuevo. Soltó la coleta de pelo rubio mientras enderezaba sus anteojos y abría la bandeja de entrada. Sonrió. Podía empezar a trabajar mañana.



IV



Acostumbrada a asistir a reuniones y eventos con su padre diplomático, finalmente se había decidido por la Licenciatura en Relaciones Públicas. Antes había cursado algunos años en bioquímica y en psicología. Aprovechó esos conocimientos y algunos contactos para insertarse en la industria farmacéutica. Empezó en una compañía chica. Se puso objetivos claros y los cumplió. Trabajaba muchas horas. Pasó de una empresa a otra y en poco tiempo se hizo una buena reputación. Su carrera fue en ascenso sin interrupciones. Sabía que a sus espaldas la trataban de trepadora pero no le importaba. Habituada a mudarse con frecuencia no buscaba amigos sino sólidas relaciones comerciales que le permitieran hacer buenos negocios y progresar económicamente.
Logró un puesto en una de las farmacéuticas más importantes del país. Su meta era llegar a lo más alto de la empresa y expandirse al exterior. Estaba segura de que lo lograría.
Se vistió un poco menos formal para el último día del congreso del que Pharmaceutical Development era el principal sponsor. Le sonrió a la imagen en el espejo mientras se retocaba el maquillaje y recogía su cabello. Un  asistente le alcanzaría luego el vestido para el coctel de cierre.





Confluencia




Con un martini en la mano recorrió el salón con la mirada. Había ido al congreso a presentar los resultados de los métodos alternativos al uso de animales para las pruebas de medicamentos. Odiaba los cocteles que cerraban los eventos pero eran la mejor oportunidad para hacer contactos.

- Vení, vení Héctor – lo llamó el decano de la facultad en la que trabajaba – Te presento a la Licenciada Schwarman de Pharmaceutical Developments – el Doctor se dedica a… - dejó de escuchar la conversación mientras estrechaba la mano de la relacionista pública de una de las farmacéuticas más importantes del país – seguro ustedes se van a llevar bien.

- Un placer- contestó – y le alcanzó un trago. Charlaron toda la noche. Creyó ver en sus ojos la misma pasión por el trabajo que él tenía.
A ese encuentro le siguieron muchos más y pronto se consolidaron como una pareja exitosa, en el trabajo y en la cama. Con los numerosos contactos de ella y la sólida carrera como investigador de él viajaron consiguiendo negocios para la empresa, asesorías e investigaciones independientes. Norma apreciaba su independencia. Héctor venía de un divorcio y cuatro hijos eran suficientes. Una relación con poco compromiso les acomodaba bien a los dos.
En unos años juntó el dinero necesario para abrir su propio laboratorio. Contrató a Gabriel un ex alumno brillante y entusiasta que le recordaba sus propios inicios.

- ¡Hola, qué bueno tenerte acá! – sonrió palmeándole la espalda.
- Lo mismo digo, Doctor. Quisiera mostrarle mi trabajo con los programas de simulación.
- Vamos a tomar un café y me vas contando, tenemos tiempo de sobra.
Trabajaban casi en exclusiva para Pharmaceutical Developments, pero también tomaban encargos externos de los cuales se ocupaba Federico, su ayudante de cátedra.
- Raúl, de donde te conozco – afirmó sin preguntar al técnico de bioterio sentado del otro lado del escritorio.
- Fue mi profesor de biología en el secundario.
Guardó silencio mientras recordaba - vos le iniciaste acciones legales al colegio por las prácticas de vivisección. – Apoyó los brazos sobre la mesa y entrecruzó los dedos - acá experimentamos con animales.
- Tengo entendido que desarrollan métodos alternativos.
- Sí, pero aun así… ¿Por qué te interesa el puesto?
Se encogió de hombros al responder - alguien tiene que cuidarlos.
Tal vez fue en la noche de la fiesta de inauguración  del laboratorio cuando Norma quedó embarazada. Había tomado bastante y no recordaba mucho. Un montón de rostros sonrientes y apretones de manos. Casi nada más.
Ambos tenían carreras y reputaciones que cuidar así que no se discutió el casamiento. Al bebé lo llamaron Rafael. Las jornadas de trabajo eran largas pero tenían personal suficiente y día a día los negocios progresaban. Las familias se ensamblaron lo mejor que pudieron. Repartía su tiempo entre las ocupaciones y los chicos.
A los dos años, Rafael comenzó a sufrir fuertes convulsiones. Los medicamentos ayudaron al principio. Unos meses después, cuando el déficit neurológico se intensificó, el pronóstico se volvió sombrío.  Como Norma viajaba mucho, él se encargó del niño. Al cabo de un año, los tratamientos habían dejado de funcionar y Rafael fue puesto en coma farmacológico.

- ¿No podés posponer el viaje?
- Si consigo la fusión con la empresa estadounidense nos vamos a expandir al mundo entero – contestó sin mirarlo -. El que yo me quede no va a cambiar el curso de la enfermedad, Héctor.
Unas semanas después autorizó el uso de una droga aun no aprobada.
- ¿Está seguro, Doctor? – preguntó Gabriel.
- La testearon en animales.
- Usted sabe que esas pruebas no sirven para nada. Déjeme pasarla por los simuladores.
- Hacelo – dijo mientras firmaba el consentimiento – pero no tardes, no tengo mucho tiempo, Gaby.
Luego de unos días retiraron los medicamentos que mantenían dormido a Rafael. No volvió a tener convulsiones y parecía mejorar. Para cuando los resultados de los programas estuvieron listos ya habían aparecido los efectos colaterales que las pruebas en animales no habían mostrado.
- ¿Cuando volvés, Norma? – preguntó en el teléfono.
- Todavía no termino acá. – hizo una pausa antes de agregar -, ya sabíamos que esto iba a pasar.
Arritmias severas hicieron fallar el corazón de Rafael. Mandó cremar el cuerpo. No guardó las cenizas. La esperó con los papeles de divorcio firmados. Norma consiguió que las empresas se fusionaran y fue ascendida a la junta directiva.
Enterró los recuerdos y se concentró en el trabajo del laboratorio y la facultad, reservando algo de tiempo para los chicos.
Junto a Gabriel y Federico presentó varias veces el proyecto de ley para reemplazar las pruebas en animales por métodos más modernos sin éxito. Ellos no tenían medios suficientes para entusiasmar o presionar a los legisladores y a la farmacéutica no parecía interesarle. Podía palpar en el ambiente el malestar de su personal. No pasó mucho tiempo hasta que se presentaron los tres ante su escritorio.

- Doctor, no podemos seguir así. Pharmaceutical Developments insume casi todos nuestro tiempo y solo admite ensayos en especímenes vivos.
- Muchachos, el contrato con la empresa termina en dos años. Mientras tanto tenemos que conseguir nuevos clientes, pero las compañías que no testean en animales son pocas y chicas. Vamos a hacer esto – agregó para convencerlos -  déjenme a mí los experimentos que no quieran hacer. Gaby ocupate de los hormonales y vos, Fede, de los alimentos. No deberían tener problemas con eso.
Cuando empezaron las pesadillas, el psiquiatra le recetó unas pastillas que no ayudaron. Tampoco lo hizo el alcohol.
Se levantó unas horas antes del amanecer cansado de dar vueltas en la cama. Una taza de café ayudaría mientras pasaba el tiempo corrigiendo exámenes antes de ir a trabajar. Rumbo a la cocina,  se detuvo un instante frente a la única foto de Rafael que conservaba en una repisa.
- ¿Novedades?- preguntó al entrar al laboratorio.

- Pepe y Roby tienen dosajes significativamente más bajos de la droga nueva en sangre que el resto de los animales.
Miró por encima de los anteojos al biólogo más joven, que enseguida se corrigió – los individuos C165 y C180.
- ¿La causa?
- Alguna diferencia en el metabolismo, suponemos. Estamos esperando los resultados de los análisis.
- ¿Leíste los microchips?
- No, pero…
- Gaby, son ratas. No podés confiar en reconocerlas sin error y no puedo entregar un resultado así a la empresa.
- No son todas iguales. Usted lo sabe, Doctor.- respondió con vehemencia.
Si no estuviera tan cansado hubiera sonreído. Claro que lo sabía. Él mismo se lo había dicho cuando Gabriel era su alumno en primer año. Idéntico brillo en los ojos, e igual sensibilidad a detalles que pasaban desapercibidos para los demás. Detalles que le habían permitido ampliar las investigaciones y convertirse en su mano derecha.
- Vas a tener que repetir los estudios, que Federico te ayude, estamos atrasados y no dejes de leer las identificaciones.

Abandonó el laboratorio hacia la cafetería. El dolor de cabeza lo estaba matando. Revisó sus notas, todos los conejos sometidos a la prueba de irritación ocular habían quedado ciegos. Los cosméticos no serían aprobados. Se pasó la mano por la cara y apretó sus ojos suspirando. Raúl otra vez se negaba a sacrificar a los animales. Sabía que en más de una ocasión había acabado por llevarlos a su casa. Tendría que hacerlo él mismo. Mañana tal vez, o quizás después de la reunión con la junta directiva de la farmacéutica.
Unos días después, como resultado del defecto metabólico de Pepe y Roby se abrió una nueva línea de investigación. Un paper a tiempo le permitió ganar la titularidad de la cátedra. Pidió la promoción de Federico como adjunto.

- Fede, los animales no pueden estar afuera de sus jaulas – dijo acariciando la cabeza del beagle en el estacionamiento.
- Son perros, necesitan pasear, Doctor.
- Vas a tener que…
- Repetir las mediciones, lo sé.
Esquivó a los conejos sueltos cuando entró al laboratorio –. Gaby, que hay de Pepe… ¿C165 y C 180?
- El gen es recesivo, necesitamos varias generaciones para tener un número suficiente de individuos.
- Bien. ¿Raúl?
- No vino.

En la reunión con la junta disimuló como pudo las inconsistencias de las pruebas.
- Necesitamos más fondos.
- Destinamos mucho dinero a sus investigaciones, Doctor – respondió ella.
- Lo sé Licenciada, pero los resultados…
- Su equipo está atrasado- las largas uñas esmaltadas tamborilearon sobre el escritorio – tenemos que lanzar los productos al mercado. - No había ninguna emoción en su voz. Tampoco en la mirada detrás del marco flúo de sus anteojos-. O tal vez debamos contratar a otro laboratorio. Sé que estás reuniéndote con directivos de otras compañías, Héctor, tal vez ya no te interesa mantener el contrato con nosotros.
- Los resultados van a estar a tiempo, como siempre- resopló.
- Bien, vamos a estar por allí en tres semanas. Esperamos las pruebas terminadas para empezar con esta nueva droga – dijo mientras le alcanzaba un documento –, que requiere ser testeada en animales para su aprobación.
Ciertos o no los informes estuvieron listos para la fecha prevista. Los primeros hijos de Pepe y Roby se criaban saludables. Los conejos seguían en el laboratorio así que nadie movía los muebles para que no se chocaran con nada, y los perros obesos al fin habían bajado de peso. El alimento tal vez funcionaba o quizás era porque Federico ahora los llevaba a correr con la bici. No había manera de saberlo sin repetir todas las mediciones y no importaba. El producto saldría al mercado. Si al menos pudiera dormir.
- Pruebas en monos, qué estupidez – murmuró mientras acomodaba las carpetas en su escritorio. Su trabajo y el de sus subalternos dependían de lo bien que pudiera mentir hoy.
Gaby le había alcanzado su cuarta taza de café cuando los tres miembros de la junta directiva entraron al laboratorio.
- Licenciada, caballeros, bienvenidos – sonrió, empujando hacia ellos los papeles – sus informes. Estuve revisando la documentación sobre la droga que nos piden probar…
- Doctor, el producto va a salir. Necesito las pruebas.
- Sí, de acuerdo. Norma, sabés perfectamente que se pueden usar cultivos de tejidos en lugar de animales.- No le gustó el tono de súplica que sin querer se coló en su voz.
- La reglamentación no nos permite…
- ¡Podrían usar sus influencias sobre los legisladores para cambiar esto! – casi gritó- ¡Lo venimos pidiendo desde hace años!
- Desde cuándo te importa tanto – respondió ella impasible.
Se levantó irritado ante el comentario de su ex esposa. Con los puños apretados paseó por la habitación. Federico dejó de alimentar a las ratas y cerró la puerta. Raúl bajó al conejo  de su falda.
- Conoce la normativa, Doctor-  susurró Gabriel a su lado.
Secó la transpiración de sus manos en el guardapolvo y agarró una jeringa de su escritorio.
- Por supuesto. Para ser exactos – dijo mirando a sus asistentes – dice que debe ser probada en primates.
Hundió la aguja en la espalda de la mujer inyectando el sedante y la sorpresa les facilitó reducir a los dos hombres. A la noche mudaron todo al sótano de su casa de fin de semana.
- Gaby, ocupate de las pruebas en cultivos de tejidos y los programas de simulación. Fede, vos, las pruebas de toxicidad.
Mientras ayudaba a Raúl a cuidar de los animales, los días pasaban sin novedad.
- A esta concentración los efectos terapéuticos para la enfermedad en que la quieren usar son mínimos, Doctor.
- ¿Colaterales?
- Tampoco.
- Fede ¿Toxicidad?
- No parece haber mucha.
- Aumenten la dosis.

Después de preparar las muestras para los ensayos que llevaba adelante Federico, Gabriel pasaba casi todo el día en la computadora con los simuladores.

- ¿Hay algo? – preguntó impaciente.
- Todavía no.
- No tenemos mucho tiempo. Nos están buscando – dijo señalando el televisor.
- ¿Qué vamos a hacer cuando nos encuentren?
- Ya se me va a ocurrir algo, no te preocupes- mintió intentando tranquilizarlo. Llevaba  meses sin dormir y no lograba pensar con claridad. Suspiró.
Gabriel lo miró en silencio un momento, antes de continuar trabajando.
- Necesito unos días más. Quiero revisar todo otra vez.- contestó.
En la segunda semana murió uno de los sujetos de experimentación debido a fuertes hemorragias. Y unos días después, otro.
Gaby lo despertó una mañana.
- ¿Pudo descansar algo Doctor?
- Unas horas Gaby – paseó la mirada por la habitación vacía, todavía aturdido por el sueño-. Parece que las pastillas nuevas funcionaron, gracias – bostezó.
- De nada. Le dije a Raúl que se llevara a los animales y Fede fue un rato a su casa. Voy a buscar algo para desayunar y vuelvo.
Asintió en silencio. Los cadáveres yacían en un rincón. Norma seguía maniatada en su cama. Caminó hasta ella. Podía ver los moretones causados por las severas hemorragias.
- ¿Esto es lo que querías aprobar? – gritó por encima del ruido de las sirenas. La sacudió hasta hacerle perder el conocimiento. Pasos resonaron en el piso de arriba - ¡no te importan los enfermos, nunca te importaron!
Seguía zamarreándola aun cuando la policía irrumpió en el sótano. Más tarde no recordaría el momento en que lo esposaron y lo trasladaron a una celda.
Puso al estudio de abogados del laboratorio al servicio de sus asistentes cuando los interrogaron – quiero una estrategia de defensa conjunta para los tres. Y los quiero fuera de esto lo antes posible.- Instruyó.
La rutina de la prisión resultó ser el mejor somnífero. Sin nada más que hacer, reflexionó sobre los días anteriores. Hasta se permitió bromear en el careo. -Hola chicos ¿qué tal las vacaciones? Gaby bajó la cabeza ocultando una sonrisa. Los otros dos lo miraban serios y preocupados.
Se declaró culpable cuando supo los resultados de las primeras pericias. No había nada en las computadoras y los restos escasos en las jeringas no permitían identificar el compuesto usado.
- Ya le dije, estaba probando la droga que ellos mismos me dieron.
- ¿Sin registros?  - preguntó el abogado.
Sonrió señalando los informes de las autopsias -, ahí los tiene.
El juicio fue rápido y la condena  de reclusión perpetua. Federico lo visitaba con regularidad y, a falta de más parientes, Raúl se ocupó de la rehabilitación de Norma. Gabriel fue a despedirse, lo habían contratado en un laboratorio europeo. – Haceme saber lo que encontraste – dijo palmeando su espalda cuando lo abrazó por última vez.
- Por supuesto, Héctor.
El guardia lo sacudió suavemente despertándolo de su siesta en el patio.
- ¿Doctor?
- Sí.
- Tiene visitas.
- Gracias- contestó dirigiéndose al salón. Se sentó frente a Federico - ¿Novedades? – preguntó.
- Acá le traigo la carta de Raúl sobre los progresos de Norma. Ya camina sin ayuda y tiene un perro lazarillo. También se aprobó la ley que prohíbe la experimentación en animales.
- Bien. Tendrás muchas consultorías, entonces.
- Hago algunas privadas para adecuar los laboratorios a los nuevos métodos de investigación, pero prefiero quedarme en la cátedra de la facultad. Me nombraron titular, espero que no le moleste – sonrió a modo de disculpa.
- ¡Cómo va a molestarme! ¡Te mereces el puesto!
- Hay algo más – dijo deslizando hacia él una revista- me llegó esto, para usted. Rompió la cubierta de plástico y pasó las hojas rápidamente hasta encontrar lo que buscaba. Debajo de la foto de Gabriel se leía: la organización mundial de la salud premia a joven biólogo argentino por importante avance en la lucha contra la enfermedad de Alzheimer. Frunció el ceño mientras continuaba leyendo sobre la droga descartada tras el asesinato de los directivos de Pharmaceutical Development …y se echó a reír al llegar al final, el nuevo medicamento demostró ser seguro y carente de efectos colaterales.


#Sujetos de prueba
#Elena Irurzun



Elena Irurzun nació en Buenos Aires, en la primavera de 1968.
Médica generalista de animales, escribe cuentos cuando las horas son largas y las noches se encienden.
Narradora destacada del género fan fiction, ha publicado numerosos fics de su autoría bajo seudónimo.   
Es colaboradora permanente de El Esfuerzo Conjugado, revista de Arte y Literatura.





                                                   Instacan, Ph .
                                                   Editada por El Esfuerzo Conjugado
                                                   

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