Alma M. / Entre lágrimas






Me encontraba rindiendo un examen final en el traductorado. Debía realizar la traducción inversa de un texto que trataba sobre distintos tipos de accesorios para protegerse de la lluvia. Debía traducir al alemán “botas de goma”. No hubo forma de que pudiera recordar el término, así que, quedó el espacio en blanco. Salí del examen y me olvidé del tema hasta que, al día siguiente, en la sala de espera de mi osteópata, el Dr. Müller, me puse a hojear una de sus revistas importadas y vi la publicidad de las “Gummistiefel”, que brindan una total protección para nuestros pies, tanto para los de las damas como para los de los caballeros y que no son frías porque están revestidas en corderito, y que además ahora en Alemania vienen en todo tipo de modelos y colores. Me sorprendí doblemente: por haber encontrado allí la palabra que buscaba en el examen y porque es un término bastante anodino, inocuo y común, yo no llegaba a entender por qué, entonces, había caído bajo la represión en el momento del examen. Por la noche de ese mismo día, recibí un llamado de Veronika, una ex compañera de colegio. Hablamos de todo un poco y luego de finalizar la conversación, recordé los viajes a una especie de hogar-escuela que organizaba nuestro colegio, que era un colegio alemán, cerca de fin de año en Punta Indio, en un lugar llamado justamente “Verónica”.
Pasábamos allí dos semanas, un grupo de chicas y chicos de dos grados diferentes. Por supuesto había un pabellón con dormitorio y baños para las mujeres y, a varios metros otro similar para los varones. En mitad de la estadía, en el fin de semana, viajaban nuestros padres desde Ciudad Jardín, para visitarnos. Mi madre me llevaba siempre golosinas y alguna prenda interior. Yo había llevado unas botas de goma muy pesadas y éstas en algún momento habían sufrido una rajadura en la suela, por lo que ya no me servían, dado que les entraba el agua. Yo quería que mi madre se las llevara en su viaje de regreso, en el micro. Ella se opuso sin ofrecer ninguna explicación. Me quedé con las pesadas botas en la mano, parada al lado del micro, rogándole aún, mientras ella ya se acomodaba en su asiento. Comencé a llorar y a gritar desconsoladamente, mirando como el micro partía. Entrelágrimas, vi que se me acercaba un compañero de clase: Ulrico Swedenborg (alias Fenomen).
- ¿Qué te pasó, Mora?¿Por qué llorás?
- Mis botas de goma están rotas y mi mamá no se las quiso llevar, dije entrecortadamente, entre los ahogos de la angustia.
- Escuchame, tranquilizate, yo te puedo ayudar.
- ¿Sí?, lo miré con ojos bien abiertos, y vi sus ojos azules azules y su pelo blanco blanco como nunca los había visto antes.
- Sí, conozco al Ángel Reparador de Alas, que también puede reparar botas de goma, que es mucho más fácil, claro.
- ¿Y cómo hay que hacer para hablar con él?
- No puedo hacerlo de modo directo. Esa facultad la tenía un antepasado mío, Emanuel, que era místico, entre otras cosas, porque era un hombre muy culto. Él conversaba con los ángeles. Yo no heredé eso, pero puedo hablar con algunos pájaros, que son los que se comunican luego con los ángeles. Vendrían a ser algo así como intercesores.
- Aaah…, le dije, y me quedé con la boca abierta.
- No sé si notaste que muy cerca de donde yo estoy, siempre vuelan pájaros en el cielo.
- Sí, me di cuenta. Ya no sabía qué pensar.Fenomen estaba haciendo de las suyas.
- Son mis aves amigas. Les puedo pedir que lleven a arreglar tus botas, que se las alcancen al Ángel Reparador. Si querés, también les puedo decir que le pidan que ponga un par de alitas a cada una, en el talón. ¡Vas a poder volar!
- ¡Sí, quiero chapotear  en los charcos de agua y volar!, le dije muy contenta, mientras lo abrazaba.
- Ahora tengo que ir a despedirme de mis padres. Sólo hace falta que me dejes las botas detrás del pabellón de los varones, y yo luego las busco.
- ¡Sos genial, Fenomen! ¡Un millón de gracias!
Nos despedimos con un abrazo y un beso.
El sitio de partida del micro estaba próximo al pabellón de los varones, así que di la vuelta al edificio, que estaba bordeado por una vereda angosta, y dejé las botas contra una pared trasera. Estaba felíz.



"Punta Indio " Fabio Pedro ph / Editada por E.E.C.



#Alma M.
#Entre lágrimas

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