Mónica Tempesti / La gata







                                                                                                             

Suena el despertador y me levanto instantáneamente. Voy al baño, me lavo varias veces la cara , me ducho. Luego preparo el mate y le doy de comer a la gata. Cuando me acuerdo de ella siempre está en las alturas de la biblioteca mirando y sólo baja para comer o ir a las piedritas. Nos eludimos. Cuando termino mi mate, me maquilló y trato de peinar el cabello enrulado. Pongo lo necesario en la cartera. Salgo, saludo al portero y camino cuatro cuadras hasta la parada del ciento cinco. A los cinco minutos viene lleno y subo a los empujones. No va a parar por un largo trecho hasta que empiezan los timbrazos. Me irritan.Bajo después de cuarenta y cinco minutos. Camino una cuadra. Llego a la oficina, ficho y digo un "buenos días", en general. El que quiera contestar bien y el que no, me da igual. Los lunes son difíciles porque todos comentan lo que hicieron el fin de semana.  Por suerte enseguida  entran los clientes que vienen a cobrar sus cheques y siempre digo lo mismo mil veces por día desde hace veinticinco años. El tiempo pasa rápido y ya es hora de cerrar. Me quedo preparando todo para el día siguiente. Termino, digo "hasta mañana" y camino unas cuadras hasta la fila del  colectivo. Me siento en los últimos asientos al lado de la ventanilla. Va oscureciendo. Veo el reflejo de una pareja joven besándose que está sentada a mi lado. Me levanto antes de tiempo. Al rato me bajo. Camino dos cuadras. Llego a casa y al abrir la puerta la gata pasa rápidamente a su escondite. Me lavo las manos. Le pongo la comida. Limpio las piedritas y me voy a bañar. Después como algo,temprano. Leo una novela de Danielle Steell. Miro un rato la televisión. Me acuesto a dormir. La semana pasa rápido y llega el día viernes, cuando vuelvo a casa, abro la heladera y no encuentro nada para comer. Agarro un imán para pedir una pizza napolitana chica. Al rato tocan el timbre  y cuando voy a la puerta, la gata me impide el paso. Qué raro. "Movete" le digo. Pero se encarama entre mis piernas, entorpeciéndome el paso. Le doy un suave manotazo y la corro. Bajo por el ascensor y me miro al espejo. Tengo el cabello lleno de canas y unas ojeras tremendas. Empiezo a sentir un hormigueo en mi mandíbula izquierda y una rara sensación en el estómago. Transpiro mucho. Llego al hall. Una opresión en el pecho me sorprende. Siento que me voy a morir aquí y ahora. Es tan fuerte que me desplomo en el sillón. Tengo el celular en el bolsillo y llamo al SAME. Estoy tiesa. En unos minutos llega la ambulancia. A duras penas les abro la puerta. Le digo al médico que me estoy por morir. Con el camillero me llevan a la ambulancia. Me revisa y a duras penas le respondo sus preguntas. El médico me realiza un electrocardiograma. El dolor en el pecho cede un poco. Voy calmándome, de a poco. El doctor dice que tengo un ataque de pánico y debo ir a un psiquiatra. ¿Qué? Sí, me dice, por medicación y tratamiento. Un ataque de pánico. Qué raro. El médico se queda un rato a mi lado llenando unos papeles. Me voy tranquilizando y al relajarme quedo exhausta. Quiero ir a casa. 
Me ayudan a bajar de la ambulancia. Les agradezco y voy directo a la cama,la gata se sube y se acomoda al lado de mi cuerpo. 


#La gata



Mónica Tempesti  nació en Buenos Aires en  el invierno de 1964.

Realizó sus primeros estudios en el Colegio Nuestra Señora de la Misericordia, en el porteño barrio de Flores.
Es graduada en Psicología.
Escribe cuentos y poemas.
Participa activamente, desde sus inicios, del Taller literario Coleccionistas de Palabras.
Es colaboradora permanente de la revista de Arte y Literatura El Esfuerzo Conjugado.













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