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Mostrando las entradas de 2017

Graciela Fiorillo / Hillman 40

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T al vez era nada más que el Río Luján, y no muy lejos de la parte de los recreos, de las mesas y asientos de cemento que se encuentran en el límite de la ciudad. Hoy, no puedo saberlo. Y ya no tengo a quién preguntarle. Sí sé que una vez que llegábamos con el auto, un Hillman 40 que ya para la época era un auto antiguo, al sitio de pesca designado por mi viejo, debíamos bajar a pie por una especie de barranca hasta la orilla del río. Era la felicidad. Mi papá llevaba las dos cañas de pescar y yo, con la lata de lombrices, trataba de seguir sus pasos, quiero decir: pisaba donde había pisado él. Era mi forma de sentirme segura en ese camino en bajada hacia el agua. Alguna que otra indicación me daba mi viejo para lograr un descenso sin accidentes. No puedo falsear el río. No era un cielo azul que pasaba, ni tampoco transparente. Tenía el color del barro, un poco más claro. Eso lo hacía misterioso para mí. Me preguntaba a mí misma sobre lo que habría más allá de la superficie. Lo qu

Santiago Petruzziello / Pájaro que aleja el aire

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e n la gente detenida siempre hay una historia medio camino  entre el retrato y un espíritu doblado * ¿ Y los varones de la mesa? con sus huesos aún castigan las tumbas Las mujeres ríen lloran mueren dementes penitentes asiladas * s obre querer ser un hombre y tener un padre y sobre el asunto de mis cordones desatados que no se diga nada * p ájaro que aleja el aire callando sin otros pájaro junto a las palabras de alas plegadas * c omo el musgo sobre la piedra suave y lentamente crece la belleza que el esfuerzo hace del tiempo Casa negra Santiago Petruzziello Santiago Petruzziello   nació en Lanús, en 1991. Estudia Dirección Cinematográfica en FUC/ Universidad del cine.  Escribe poesía. Los poemas publicados pertenecen al libro inédito Casa negra. Es colaborador permanente de la revista digital de Arte y Poesía El esfuerzo Conjugado.

Fabián Soberón / Será un dibujo del tiempo

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O tra confusión cotidiana Kafka persigue a Felice. F lo acepta y luego lo desprecia. Entre diferentes rodeos, que parecen ser propios de las mujeres, F oscila frente a K. K la adora y persiste en la búsqueda. F mueve a K como el motor inmóvil al mundo. K está sediento y no le importa. Insiste en el desierto. F viaja en tren desde Praga hasta Breslau. K también viaja en tren desde Praga hasta Breslau. Llega al hotel en que se hospeda F y no la encuentra. K pide una habitación y espera el regreso de F. En el cuarto 24 del hotel, K escribe, en la agonía de la espera, Una confusión cotidiana. La noche lo atrapa y ella no regresa. Sorpresivamente alguien golpea la puerta del cuarto de K. Es el ujier. El conserje le cuenta que F lo está buscando. K se confunde. El conserje se va y lo saluda, pero K no le contesta. Duda mientras piensa y decide irse del hotel, olvidar a F, dedicarse completamente a la literatura. Se levanta de la silla y sale raudamente. Al llegar a la escalera,

Antonia di Príncipe / Como una hoja olvidada

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C alor una lengua roja ara mi alma encerrada en el recuerdo de lo que nunca pasó donde no hay grietas no llega la luz **** C himenea llamas rojas imagenes aceleradas la penumbra empapa el aire el frío empuja cada movimiento  y todo vuelve a empezar **** En el frío de mis ojos la distancia marca un antes y un después tu sonrisa ya no es la misma tus palabras ahora libres todo llega sin sonido y sin colores como una hoja olvidada en un rincón **** O toño relámpagos de colores marchitan bajo mis pies el ruido se pega a la piel el aire rojo mezcla los miedos toco el pentagrama de mi vida hasta el final allí me quedo esperando Antonia Di Principe nació en 1961 en Sambiase, Catanzaro. Ejerce la abogacía. Viajera y fotógrafa sin pausa, escribe poemas y relatos en español e italiano. Es colaboradora permanente de la revista digital de Arte y Literatura El Esfuerzo Conjugado. Actualmente reside en la bella Praia a Mare,

Mónica Tempesti / El mazo de cartas

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EL MAZO DE CARTAS I El lunes fui a desayunar a un bar recientemente inaugurado. Quería estar tranquilo y cómodo leyendo el diario deportivo. Pedí un café con leche y medialunas. Una voz me interrumpió: -Es increíble , ¿no? Levanté la vista. -¿Qué? -Soy hincha del club y no puedo creer que compraran a ese jugador. -Sí, dije. Se sentó en la mesa de al lado. Me miraba sonriendo, sería de mi edad. Estaba medio despeinado. Pidió un café. Estaba con un libro de Lemaitre. -Esa novela es muy buena,me animé a decirle. -¿Sí?,me la recomendó un amigo. Lo invité a sentarse a mi mesa. Ni bien lo hizo me miró directo a los ojos, él los tenía negros. Profundamente negros. Conversamos bastante,acerca de nuestros gustos, algo de política.Miré el reloj. -Uy es tardísimo. Tengo que ir a Tribunales. -¿Querés que nos veamos para cenar? ¿Alguna noche? Dudé pero le dije que sí. Nos dimos los números de los celulares, salimos a la calle,me dio un beso en

Franco Hoffman/ La pena tambaleante

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Trainspotting nos inspiró a convertirnos en junkies No teníamos qué hacer, no teníamos adónde ir; hasta que ella dijo: “conozco un lugar cerca del purgatorio”. Aguardaba la metáfora inquieta, se desvanecía el alma; no solo aquel sábado: siempre que estuviéramos en la esquina correcta. Veíamos a Dios entre las tinieblas, caminaba lentamente hacia nosotros; cuando ella dijo: “digna vida la del criminal”. Y los segundos se convirtieron en millas hasta el fin de la carretera. Entonces reanudamos la reclusión; guardó la gema en una caja de cigarrillos, besó mis labios, y dijo: “los chavales ricos venimos a morir”. Y sacó una escopeta de su corpiño; me mató a mí, y luego se mató ella, y cuando nos encontramos en el purgatorio, tomó mi mano, y nos tiramos de picada al infierno. **** ¿Dónde está HoffmanHouse? Todos los días reencarnaba en alguien nuevo: los libertinos que se morían en un colchón las putas que se bailaban un rock ‘n’ roll lo

Elena Irurzun / De paseos y bestias

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- Te dejo, me voy a sacar a las bestias, conecto luego – tipeé en el chat, apurada. Cerré el local y me metí en el auto. Una hora y cuarenta y cinco minutos para pasear a las perras, almorzar y volver. Apagué la radio cuando estacioné en la cochera y pasé rápido por el supermercado. ** Bajó corriendo y estrelló las garras afiladas contra la puerta cuando escuchó al humano subir las escaleras. Ladró mientras saludaba para ocultar el aleteo y los pasos pesados que anunciaban la llegada de su compañera. Observó atento los preparativos para el paseo y tomó un poco de agua antes de permitir, amable, que pusiera el arnés sobre las plumas cobrizas de su cuello y la melena leonada de la otra perra para abandonar el palacio rumbo a la plaza. Tuvo que alejar a fuerza de picotazos y coces a las mascotas impertinentes que interrumpieron varias veces en su camino. Llegaron finalmente al parque y al ser liberado de su correa, desplegó las alas y se elevó raudo, atrapando con agilidad

Santiago Petruzziello / Rosa de los Vientos

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                            Santiago Petruzziello     nació en Lanús, en 1991. Estudia Dirección Cinematográfica en FUC/ Universidad del cine.  Escribe poesía. Sus poemas, en  Revista La Lewis Carrol número 2 https://issuu.com/funesdelatorre/docs/la_lewis_carroll_n2_julio_2017

César Cantoni / Una calle periférica

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Los caminos de la vida Buda transitó el Noble Camino, Lao-Tsé eligió seguir el Sendero, Cristo tomó la ruta del Calvario, yo, menos proclive a dogmas y vía crucis, ando y desando una calle periférica cuya única verdad son los grafitis. **** Cynthia y John Leo en el diario: "Ayer murió Cynthia Powell, la primera esposa de John Lennon". Hace tres décadas y media murió John. Ambos alguna vez fueron jóvenes y estuvieron enamorados. La gloria, incluso, adoraba sentarse sobre sus rodillas. Después llegaron las controversias. ¡Qué rápido pasa todo: el tiempo, la vida, los amores irresponsables..! Hoy Cynthia y John son historia. Y la historia como se sabe, es nada. **** Parafraseando a Fernando Pessoa Todas las cartas de amor son ridículas , escribió el poeta. Todos los poemas de amor también son ridículos. El amor, incluso, es una cosa ridícula. La gente mata o muere ridículamente por amor: ¿Pero quién que haya amado hasta el ridículo,